Tan especiales.

No podía ser de otra manera que hayan elegido este lugar en el mundo para abrazarse todos los días y alejarse de todo. Y a la vez, estar más cerca.

Tampoco pensé que Gregorio se iría a dormir con la idea de no hacer estas fotos, y se despertara con las ganas de hacer una corta y pequeña sesión previa. Y Anita, simplemente se dejó llevar.

Creo que la vida también es así: es confiar en lo que viene, sin tantos preámbulos. Porque si nos ponemos a pensar en todo lo que implica hacer algo, directamente no lo hacemos. Y tirarnos a la pileta sólo consta de un simple acto: el impulso de los pies. El resto es confiar, entregarse y dejarse inundar por lo que sea que tenga que venir. Nada puede salir mal, cuando se está junto a quien se ama y nos abraza todos los días.