A veces recibís regalos. Regalos que te colman el alma. Te golpean en el pecho y te hacen vibrar cada célula hasta hacerte lagrimear. No es dolor, es desborde, de ésos por los cuales tenés que gritar y sacar todo lo contenido para poder seguir respirando, porque de otra manera te ahogas.
Eso me pasó en la Boda de Virginia y Gustavo.
De la mano de mis amigos y colegas Malvina y Jeremías, hicimos este hermoso casamiento para disfrute de cada uno de nosotros. La pareja bella, familias e invitados. Pero me di cuenta que todo había tomado color cuando por sorpresa ingresó un ballet tradicional de carnaval Jujeño - Gustavo y su familia son de allí - y comenzaron las danzas típicas de Mixtura Andina: entre diablos desenterrados que persiguen a mujeres al grito de todos los presentes, la danza, locura, risas y ojos abiertos para poder captar toda esa hermosura, se hace algo difícil - al menos para mí - abstraerme de semejante tradición y no sentir para sólo registrar.
Los regalos son estos momentos para ellos y para mí. Para ellos por haber compartido un momento tan importante en sus vidas con todos sus familiares y amigos, espíritus incluidos con diablitos enloquecidos por la danza y alcohol y para mí porque esa noche supe que los regalos pueden ser instantes que no se borrarán jamás.