No es la primera vez que cubro una Boda de una familia ya formada. He tenido la suerte de tener conmigo un par de historias sobre estos casamientos. Tampoco es la primera vez que mi mirada se posa sobre una celebración entre personas que se conocen prácticamente de toda la vida y que en un pequeño espacio, llenan de risas y miradas afectuosas un momento tan especial.

Tampoco es la primera vez que algunas personas importantes partieron y no están en ese día. Y las lágrimas aparecen como para recordarnos cuanta falta nos hacen. De alguna manera están, puedo sentirlo, se hacen presente ahí y acompañan de abrazos que contienen.

Quizás lo particular de esta historia - que ya lleva más de 10 años - es que la totalidad de los asistentes a este casamientos apostaba que jamás verían a Leo en un día como éste. También apostaban todas sus cartas que no lo verían ni sonreír y mucho menos soltar una lágrima.

La vida siempre tiene sorpresas para todos. Éste es quizás el día que quedará en la memoria para todos: para Jimena, Leo y su pequeño hijo Joaquín será el día que dijeron "Si queremos" y para quienes asistieron el día en que todas las apuestas fueron perdidas. Pero ganaron.

Decidir dar un paso más - por burocrático, social, o lo que fuere sea - es la confirmación de que queremos dar un cierre (y un comienzo ) a lo que vendrá. Porque venimos de historias como esas, y debemos continuarlas.

Un casamiento familiar, una celebración de personas queridas para personas más queridas: ¿Qué más se puede pedir?

Mesa dulce y exquisiteces: Abuela Coca de Yanina Saillén.