Un lugar necesitamos. Un lugar donde ser. Un lugar donde parecer, pero sobre todo, ser. Believe Club es uno de los pocos lugares en Barcelona que continúa regalando el arte del Cabaret en su pequeño espacio donde las voces de los asistentes se mezclan con las actuaciones de los artistas que están sobre el escenario - y se mezclan entre el público - en una necesidad de ser ellos mismos para parecer lo que intentan representar.
El colectivo Drag local encuentra en estos lugares los dos elementos necesarios para llevar a cabo un éxito que siempre tendrá público: ser y parecer. Una simbiosis tan necesaria como útil para poder hacer frente a la escena de lo que se pretende hacer visible, pero donde quedan ocultas muchas que hacen al “Ser” y quizás ésta sea la parte que más disfruto: estar detrás de bambalinas, detrás de ese reducto de personas que esperan con ojos ansiosos, ruidos de risas y gritos, copas que van y vienen y comentarios graciosos de una a otra parte registrando lo que no se tiene presente como necesario para “Parecer”.
Parecer para ser. En la actuación de un personaje se llega al convencimiento de que incorporamos parte de éste y lo hacemos propio a nuestra propia identidad, identidad que decidimos poner al frente como testamento de quienes somos en un conjunto de un todo: lo visible y lo que no se vé ni se imagina, con las marcas que traemos y las que decidimos hacernos en el cuerpo y nuestra mente con la actitud de plantarnos en un escenario como en la vida.
Drag is Burning sigue recorriendo esta ciudad. Sigue mostrando y haciendo visible lo que no lo es y algunos espacios como Believe lo llevan a escena, una escena que es necesaria desde lo artístico, profesional y lo personal - y que me permitió acceder a un espacio tan personal como el camerino después del show.
La noche en Believe estuvo fantásticamente entretenida con Luna Diva y su personalidad arrolladora, Venus Hartman con el mejor “lip-sync ever” y Michelle Divine que puso su propia voz a varias performances.